El caso es que no sé si es una norma o algo así como muy de topicazo, pero tengo la sensación de que habitualmente las preguntas más sencillas son las más complicadas de contestar. Es por ello que quizás sea necesario que retrocedamos en el tiempo. Antes de Galleta hubo otras vidas, otras aventuras, que tenían los mismos cauces y corrientes que de manera desordenada y a trompicones ha llevado el sello. Hubo fanzines de fotocopia sobre graffiti y poesía experimental; hubo ediciones de libros objeto; hubo autoediciones; hubo colectivos, crews y simples grupos de amigos; hubo muchas hojas de libretas arrancadas, muchos sprays bajo el manto de la noche o con arrojo y orgullo durante el día; hubo muchas palabras convertidas en acciones y acciones convertidas en palabras; hubo actividad a múltiples ritmos, desde el desenfreno hasta el último tramo de cuerda casi agónico.
Visto en la distancia, el estudio de las vanguardias artísticas de principios de siglo durante aquellos dos segundos de bachillerato (sí, la rebeldía teenager sin causa y el amor se cruzaron en mi camino convirtiéndome en un repetidor fracasado) calaron demasiado hondo en un servidor, que aferrándose a la máxima de que la vida es arte, intenté convertir todo proceso en el que me veía sumergido en una extensión de mi vida, en un proceso vital en el que lo realmente importante iban a ser las experiencias recibidas o al menos, eso quería creer. Y ya se sabe, desconfía de aquel que no ponga banda sonora a su vida (Radio Taxi de fondo y demás situaciones similares no validan, por supuesto). No sé si el arte y la poesía se desvanecieron, se tomaron vacaciones o se fugaron a una isla paradisíaca, pero lo que sí es obvio, y a este preciso instante tecleando estas palabras de madrugada me remito, es que la vida siguió, y con ella los capítulos sucesivos de mi banda sonora e infinidad de cosas aprendidas y metabolizadas en todo ese proceso de aprendizaje y cierta candidez poético/artística. Descubrí que hacer cosas es placentero (y otras veces doloroso, pero eso es otra historia), incluso terapéutico (lo de ponerlo en circulación también es otra historia) y aprendí de que si a uno le falla la voz propia, sólo hace falta mirar alrededor para darse cuenta de que hay muchísimas otras voces propias deseosas de ser compartidas y de salir a flote a algún mar. Y así, tras cierto periodo de inactividad, volví a meter las manos en la masa, esta vez a la manera de capitán de barco y sin ningún afán de protagonismo, que ya de por sí, lo tenía bastante atrofiado en el pasado. Esta vez serían los demás los que expondrían su arte, su música, y yo sólo sería un amplificador de sus talentos y sus energías, modificando levemente aquella máxima para convertirla en algo así como "hacer cosas es vida" (y por ende, no hacer nada es estar casi muerto o literalmente muerto). Sólo hace falta pasarnos por la página de la RAE (en libro también nos vale, por supuesto) para ver que el sufijo –ismo, “sirve para formar sustantivos que suelen significar doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos”.
Lo bueno de hacer cosas y no tener que rendir cuentas más que a uno mismo (detalle que aunque pueda no parecerlo, también complica lo suyo pero, y vuelvo a repetir la frasecita de marras y ya van tres, eso es otra historia) es que uno puede hacer lo que le venga en gana. Puestos a embarcarse en una aventura que lo más seguro se alargaría en el tiempo, ¿qué mejor que crear un movimiento alrededor de todo ello? De esta manera se pueden poner las normas sobre la mesa para, precisamente, pasarse las normas y los dogmas por donde amargan los pepinos. Empezaba este texto comentando la dificultad de explicar el Galletismo, y no es que en el tiempo transcurrido hasta llegar a escribir estas líneas haya tenido una aparición mariana o una señal ufológica, pero el darle a la cabeza es lo que tiene, que al igual que muchas veces te confunde, muchas otras veces te ilumina, haciéndote ver el quid de la cuestión. Ahora es cuando me llevo el abucheo de todos y todas, al grito unánime de ¡¡patillero!!, pero señores, señoras, no hay otra evidencia ni más leña que la que arde: Galletismo es todo y es nada, así de simple. Galletismo es amor por la música sea del color que sea; es ser fan de los amigos; es hacer las cosas por puro placer y ya veremos qué pasa después; es oler los discos usados en alguna cubeta perdida; es bailar como si fuese la última fiesta del mundo; es hacer ruido sin que te lo pidan; es brindar con cerveza; es conocer gente y que se conviertan en tus amigos; es el viaje en coche camino de algún concierto; es hacer números para no palmar pasta; es amor por el disco físico en vinilo; es escuchar post rock en los viajes nocturnos; es la lata de bebida energética del Mercadona; es algún texto automático, es serigrafía, plantillas, pintura en spray, sellos de goma, pegatinas; es todos los sellos pequeños del mundo mundial; es el enigma de la poética; es bipolar; es dejar el seguimiento y control de calidad a una gata; es todas y cada una de las personas que ha participado de alguna manera en esto, es bien... Y así podría tirarme días y días, porque como he dicho (y perdonen que me repita por enésima vez) es todo, y (como Dadá) es nada. Si les apetece están invitados a formar parte de ello, por supuesto. No hace falta ningún carnet ni ningún uniforme. Todo bien.